Muchos son los estereotipos de jugadores que rondan el mundo del Fútbol, como criaturas que todo equipo tiene y que todo el mundo reconoce. Dentro de estos estereotipos hay uno que destaca por parecer milagroso su éxito en el deporte al más alto nivel: el tronco.
El tronco (“Grande, pero torpe y poco ágil en sus movimientos, carente de destreza técnica” según el Wikcionario) suele jugar de delantero centro, aunque también puede habitar en otras posiciones más retrasadas. Su principal característica es la casi total ausencia de habilidad, lo que lo obliga a basar todo su juego en el físico, en el trabajo y en la inteligencia, logrando al combinar todas esas características una utilidad similar a la de sus compañeros mejor dotados técnicamente.
Los troncos son fácilmente reconocibles en un campo de Fútbol por sus movimientos poco estéticos, su escasa utilidad fuera del área, su gran tamaño y su extraño don para transformarse en un “killer” cuando entran en los dominios del portero rival. Casi nunca atraen los flashes, dejándole este honor a sus compañeros más habilidosos, pero el tronco no suele fallar cuando se espera algo de él, por lo que se convierte con asiduidad en el ídolo de los hinchas, que ven en su “tronquez” algo digno de admiración, algo así como un reflejo de uno mismo, que a pesar de no contar con los regalos divinos de otros se la jugaría hasta el final por los suyos.
Todos los equipos necesitan un tronco, ya que éste aporta una solución fácil al juego ofensivo, consistente en tirar balones al área sabiendo en el tronco no va a fallar la que le caiga. Muchos odian a los troncos por la poca belleza que aportan al Fútbol, pero pocas cosas dan más satisfacción que un gol del tronco del equipo en los minutos finales tras un largo asedio de balones al área.
Pero no todos los troncos son iguales ni mucho menos. Generalmente podemos clasificarlos en una de estas tres categorías:
- El tronco clásico. Ha de ser alto, fuerte, lento, pésimo técnicamente, trabajador y goleador. Los ejemplos más claros son Martín Palermo y Luca Toni, dos troncos entre los troncos que han sacado el máximo partido a sus mínimas habilidades gracias a su gran habilidad para enviar el balón a la red en cualquier situación.
- El tronco habilidoso. Son una especie casi inexistente, ya que además de tener las características básicas del tronco (altura, fuerza y gol), añaden un punto de calidad casi desconocido para este tipo de jugadores, lo que los convierte en un delantero imprevisible en todas la facetas del juego, siendo capaces de asistir, driblar en espacios cortos y marcar goles de tronco. Su principal problema suele ser el entender el juego, siendo normal verlos en fuera de juego y causando furia en sus propios aficionados. Algunos ejemplos de troncos habilidosos son Zlatan Ibrahimovic y Nwankwo Kanu, dos jugadores que han impresionado al mundo por con una habilidad que no se corresponde con su físico. Un escalón por encima de estos dos está Didier Drogba, que se encuentra en el límite de los troncos, ya que sus características une un gran golpeo de balón y una velocidad bastante buena.
- El tronco terrestre. Así denominamos a los troncos que no cuentan con juego aéreo, supliendo esa carencia con una capacidad goleadora terrible, siendo el más claro ejemplo el Pipita Higuaín, incapaz de devolver una pared pero infalible dentro del área con el balón en los pies.
Troncos hay en todo el mundo, en todos los grandes equipos exceptuando el Barcelona, y en todos ellos son piezas clave totalmente imprescindibles que merecen nuestra admiración debido a su capacidad para superar el gran obstáculo de ser malísimo para convertirse en protagonistas del deporte rey.
Y para terminar esta introducción al tronquismo, un vídeo con muchos goles de Palermo, la mayoría una lección de lo que un tronco debe hacer: estar bien colocado y, lo más importante, empujarla como sea.