En el partido Brasil – Costa de Marfil de ayer Kaká volvió a mostrarse desacertado como lleva mostrándose todo el año, como si hubiese dejado toda su calidad en Milán. Lo peor es que el problema no es de actitud, porque Kaká sigue confiando en si mismo y no para de pedir el balón, pero no le salen las cosas.
Cuando llegó al Madrid le costó hacerlo bien, pero tampoco fue excesivamente decepcionante hasta que empezó a sufrir una pubalgia, una lesión que sabes cuando empieza y no cuando termina y que impide jugar con comodidad. Normalmente la pubalgia requiere una operación para su completa recuperación, pero Kaká nunca se sometió a ese proceso.
Ayer volvió a estar lento, con muchas y buenas ideas pero sin medios físicos para realizarlas, ya que se mostró sin la velocidad con la que despuntó en el Milán, y esta falta de velocidad le ha impedido durante toda la temporada demostrar el resto de sus habilidades.
El último capítulo de la desesperación de Kaká fue la tarjeta roja de ayer, completamente merecida porque no es por agresión como han querido ver muchos, sino por doble amarilla, siendo ambas totalmente merecidas.
Quizás Kaká vuelva algún día, y para ese entonces el Real Madrid y la canarinha darán gracias a Dios por tener a uno de los mejores del mundo en sus filas, pero a día de hoy no merece jugar en la Selección brasileña.
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